Este 14 de abril van hacer 100 años desde que el barco mercante más lujoso del mundo navegara en zona infestada de Icebergs ante la inexplicable indiferencia del Capitán Smith y la incómoda presión que ejercía la presencia del Directivo de la Naviera White Star, Mr. Ismay. Esa noche el Titanic chocó contra un Iceberg, se partió en dos y se fue a pique a las profundidades del atlántico. Esa tragedia les costó la vida a 1517 personas, muchas de ellas murieron de hipotermia. Desde entonces se ha hecho mucho por mejorar la seguridad marítima, Convenios Internacionales que regulan la construcción de los barcos, las competencias de los marinos y sobre todo la operación segura de los barcos. El transporte marítimo: globalizado, eficiente, fundamental para la economía mundial y amigable con el medio-ambiente, tiene una particularidad indeseable: la presión comercial. Aquella que se ejerce sobre los capitanes de barco para cumplir horarios o condiciones de contrato que pueden poner en riesgo la nave. La misma presión comercial que tuvo el capitán del Titanic por parte de Mr. Ismay, la siguen teniendo muchos capitanes mercantes en la actualidad, desde aquellos que dirigen barcos de pasajeros hasta los que dirigen gigantes petroleros. Sobre esas presiones (que suelen ser una pesadilla) lamentablemente las regulaciones no pueden hacer mucho, después de todo, los barcos mercantes se diseñan, construyen y operan con un fin netamente comercial. Nos queda sólo mejorar los aspectos de la responsabilidad social en la industria del transporte marítimo, la formación marítima y sobre todo entender que la seguridad marítima no depende sólo de los capitanes.
Slds. Capt. F. Pretell/pretellmaritimeaffairs.blogspot.com
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